El tiempo es una abstracción que solo se puede concretar llenándola de acontecimientos. La mejor demostración de ello es que la unidad usual de medida del tiempo a la escala humana (el año), es un acontecimiento determinado: el tiempo de traslación terrestre.
La geología se encarga de estudiar los cambios que ha experimentado la Tierra a lo largo del tiempo, pero estos son tan lentos que normalmente no son observables en la escala de tiempo humana y aunque existen ciertos fenómenos geológicos muy rápidos (sismos, erupciones volcánicas, desprendimientos, etc), prácticamente carecen de importancia desde el punto de vista global. Una compación común es imaginar la edad de la Tierra como un día cosmológico: los dinosaurios aparecen muy tarde, al anochecer (a las 22:42 horas), el ser humano, un minuto y medio antes de la media noche y la civilización, apenas un segundo después. La escala de tiempo geológico fragmenta estos desiertos de eternidades en unidades un poco más manejables.
Los geológicos muy importantes, como la formación de cordilleras o los desplazamientos continentales, se producen a un ritmo mucho más lento que se mide en crones o millones de años. El cron es la unidad de tiempo utilizada en geología histórica. Para poder usar con presición ésta unidad, tendríamos que saber si el periodo de traslación terrestre ha cambiado significativamente desde el origen del sistema solar. Afortunadamente, parece que el año no ha variado más de 3 o 4 minutos durante el tiempo geológico.
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